Las delegaciones no logran llegar a un consenso en una última sesión con ideas, pero sin resolución
A veces, cuando el tiempo apremia, suceden las cosas más inauditas. A pesar de que el segundo tema, turismo sexual y derechos del trabajo sexual, tenía apenas una sesión de vida y muchas posturas enfrentadas, su resolución podía estar cerca. Dos grandes potencias, Estados Unidos y China, cogieron las riendas del comité y presentaron sendos proyectos. Ahora, solo un detalle, pero a la vez un mundo: encontrar los apoyos necesarios para sacarlos adelante. Hacía cuentas con los dedos el delegado de Estados Unidos. El de la República Popular de China, nervioso, no dejaba de repasar su documento en la pantalla. Uno optó por el camino de la abolición de la prostitución y otro puso especial hincapié en la trata de niños y mujeres, que tantos quebraderos de cabeza causó en la jornada de ayer a Alemania y una ausente Francia. No faltaron las objeciones. Los países a favor de la regulación laboral de las trabajadoras sexuales argumentaban que no será efectivo o incluso contraproducente. Las delegadas cubanas señalaban la incongruencia en hablar de feminismo y sancionar a la mujer prostituida. Sin embargo, la discordia no invadió la sala como con la resolución anterior: tímidas preguntas cruzaron el aire, ninguna de las pocas enmiendas pasó. No era el día, el reloj seguía corriendo. Y empezó la votación. Primero se medía el proyecto estadounidense, después el asiático. Las prisas y las ganas de resolución llevaron a extraños compañeros de voto, apoyos inéditos en el comité que podían resultar en un acuerdo milagroso. Todos querían lograr los 20 votos para obtener la mayoría cualificada. Los delegados comenzaron a levantarse: sí, no, no, sí… Once a favor. Estados Unidos ve tumbada su propuesta. Pero aún queda esperanza de resolución: la trata de personas lo merece. De nuevo la tensión. En la cabeza del delegado chino se van sumando los “síes”, cada vez más cerca de conseguirlo. Un “no”, otro… Se aguanta la respiración hasta el último momento. Vota Uruguay, última delegación. “Sí”. Con él, eran 18 los votos a favor, dos menos de los necesarios. El proyecto no pasaba, los aplausos no sonaban, el tema quedaba inconcluso. Así, la última sesión de SOCHUM quedó marcada por el apremio y la falta de consenso. Pero esto no podrá nublar las ideas, el debate, las intenciones, los argumentos. Todo el trabajo y el esfuerzo. Delegados, delegadas: solo os ha faltado un poco más de tiempo.
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Con la resolución del primer tema aún fresca, un nuevo escándalo sacude el comité
Con más asientos vacíos de lo normal -seguramente por el exceso de multiculturalidad del Global Village-, comenzó la primera sesión del día en SOCHUM. Lejanas parecían ya las discusiones superficiales e improductivas y los discursos autocomplacientes: el consenso había llegado. El proyecto de resolución que costaría sangre, sudor y lágrimas -la de los discriminados, la de aquellos que sufren una opresión diaria y sistemática- estaba terminado y, después de toda una mañana limando los errores burocráticos, iba a formalizarse. Los promotores del documento dieron a conocer el contenido de este: una lista de 13 puntos con medidas generales en las que están representados distintos colectivos socialmente vulnerables. Así, personas con discapacidad, minorías étnicas y religiosas, mujeres y comunidades indígenas son las protagonistas de iniciativas sociales y económicas, de acciones directas y de fomento. Pero como nada es tan bonito como lo cuentan, aún quedaba una última gran disputa que puso en peligro el tan trabajado acuerdo. La enmienda propuesta por la delegación de Argentina con el fin de que la Asamblea General reconozca como religiones las prácticas de tribus indígenas y, por tanto, poder incluirlas en “minorías religiosas” causó la indignación de Siria. Así, uno de los países más participantes, más señalados y señaladores, terminó votando “No” al proyecto de resolución, arrastrando con él a otros países orientales de mayoría islámica. Finalmente, y después de contener la respiración durante toda la votación, se lograron los 24 votos -ni uno más ni uno menos- necesarios para que se pudiera aprobar. Y, por primera vez en este comité, los aplausos sonaron en sesión formal. Sin embargo, la calma en SOCHUM nunca dura mucho. Con el inicio del nuevo tema, turismo sexual y derechos de los trabajadores sexuales, un nuevo escándalo salpicaba el comité: Costa Rica aportaba pruebas de que los gobiernos de Alemania y Francia están involucrados en redes de trata de personas en Afganistán y Vietnam. La onda expansiva de tal noticia atravesó las fronteras de estos países en lo que pasó a ser un conflicto abierto entre Oriente y Occidente. Así, la culpa se diluía, Francia y Alemania se unían al totum revolutum y el ruido funcionó como el mejor de los silencios. La voz masculina de Pakistán se elevó por encima de todas, poniendo cordura en la discusión y exigiendo disculpas a las delegaciones europeas. ¿El resultado? Alemania miró a otro lado. Francia se negó. Sin reproches, sin consecuencias, sin grandes discursos, sin amenazas de abandono. El comité que debía alzarse contra los opresores de estas mujeres prefirió callar. Otras delegaciones aprovecharon la coyuntura para plantear sus posturas. Las intervenciones a favor de la legalización de la prostitución se entrelazaban con graves alegatos en contra, cada una con argumentos distintos: libertad de elección y derechos laborales, por un lado; feminismo y religión, por otro. Es probable que este enfrentamiento centre el debate de la próxima sesión. Que se llegue a un acuerdo… casi un milagro. El comité salva su primera gran crisis diplomática y consigue avanzar hacia una resolución inclusiva
A pesar de las orientaciones de la presidencia del comité, el inicio de la sesión no parecía augurar un día de grandes propuestas para la igualdad. Las alianzas y los intereses impidieron celebrar un caucus sobre refugiados. Tampoco fue digna de debate la discriminación hacia la mujer afroamericana. Por no hablar de la islamofobia, tema que se quedó muy lejos de conseguir los apoyos necesarios en hasta cuatro ocasiones.
Así, las primeras intervenciones solo fueron un repaso superficial de la sesión anterior. Un día de la marmota. Un revival triste. Y lo peor, tiempo perdido para todas aquellas que esperan que sus derechos como personas racializadas, discriminadas por género o religión sean defendidos. Pero igual que la oscuridad precede a la luz, la noche al día, tímidamente las mociones fueron apareciendo y las problemáticas -muchas y variadas- empezaron a presentarse de forma clara. Ya no vivíamos en países idílicos -por si alguien se lo había creído- y se aceptó que, aunque legislativamente puede existir igualdad, esta sigue sin ser real. No nos engañemos; el optimismo tiene sus límites. Las alianzas pesan, las estrategias subyacen y hay temas que no interesa abrir. La política no abandona las mesas y los discursos, los símbolos y los gestos se envenenan con ella. Así lo demuestra el desplante de EE.UU., cuyo único delegado abandonó el comité durante el minuto de silencio pedido por Cuba por la muerte del hijo mayor de Fidel Castro. Este acontecimiento, que podría haberse quedado en una simple anécdota, causó una crisis que estuvo cerca de romper el comité. No porque el SOCHUM se volviera castrista, sino por las polémicas palabras formuladas por el delegado estadounidense al salir por la puerta: “las mujeres latinas deben estar en la cocina; la ONU no se les da bien”. Las declaraciones, claramente machistas y xenófobas, han provocado la indignación de varios países iberoamericanos, llegando Cuba, Argentina, Perú y Uruguay a pedir su abandono del comité. Finalmente -tras intentar defender lo indefendible y ofendiendo a otras naciones por el camino-, la delegación estadounidense ha terminado retractándose con el fin de que el trabajo del comité no se viera perjudicado. Sin embargo, este simulacro de conflicto no nubló el ánimo de consenso que había iniciado Japón. El tema propuesto, la erradicación de la discriminación desde la educación, consiguió el apoyo de varias delegaciones. Poco, con problemas, con objeciones importantes, pero más de lo que se había conseguido hasta el momento. Esta distensión permitió -por fin- tratar la islamofobia desde la resolución, con medidas centradas en la educación, las redes sociales y el endurecimiento de los castigos por delitos de odio. Los caucus no moderados dejaron imágenes de integración y el consejo general mostró la organización en grandes bloques interlocutores, con medidas que consiguieron el apoyo generalizado de los intervinientes. Así, discapacidad, desigualdad por razón de género, etnia o religión y otras formas de discriminación protagonizan un incipiente proyecto común. Es cierto, no hay resolución. De nuevo fumata negra. Eso sí, con esperanza.
Las delegaciones no consiguen dejar de lado sus diferencias y la discriminación pierde su papel protagonista
Al escuchar la que ha sido la primera sesión, cualquiera diría que el racismo, la xenofobia y las otras formas de discriminación que centran el debate no existieran, que todos los países hubieran solucionado sus problemas internos, que las legislaciones de todos los intervinientes fueran perfectamente igualitarias. Sus fronteras resguardan un edén multicultural en el que se encierran, algunos incluso negando categóricamente que estas lacras siquiera existan y haciendo de sus discursos las mejores relaciones públicas posibles. Sin embargo, este equilibrio perfecto parece romperse al traspasar sus límites geográficos y los trastos empiezan a volar: Arabia Saudita, Siria, Corea del Norte atacan de forma abierta a los Estados Unidos de Trump. Mientras, Occidente, señalado, se cierra en sí mismo, señala su poderío económico y las deficiencias de los demás. Aparecen tensiones bélicas, se mencionan armas químicas, intervenciones extranjeras, incluso la homosexualidad y la transexualidad. Y, de repente, el racismo y la xenofobia pierden importancia, los refugiados y discriminados desaparecen y la gran política -la de los altos cargos, no la de las grandes soluciones- toma la sala. Solo algunas menciones hacen que nuestras mentes piensen en los campos a la intemperie, las pateras y las deportaciones. En definitiva: palabras que nos llevan a pensar en esas personas que quedan desprotegidas por las aparentemente fabulosas leyes y constituciones de cada país. Las más duras las protagonizó la delegación de Siria en su intervención inicial: “Europa llora los refugiados mientras les apunta con una pistola”, un gancho directo a la financiación de la guerra que asola el país y obliga a cientos de miles de personas a abandonar la región. Cuba señala el “supremacismo” estadounidense como una de las causas del racismo hacia latinoamericanos, mientras la discriminación hacia los musulmanes no parece interesar lo suficiente como para ser debatidos. Entre toda la tensión, Marruecos levanta una bandera blanca y pide un análisis del racismo. Incluso intenta iniciarlo, pero nadie le coge el órdago. ¿Qué pretende? ¿ir a la verdadera causa del problema, dejar de mirarse el ombligo -o los de los demás- y buscar soluciones? No. Hoy parecía que no tocaba, que no se podía mirar más allá. Al final, asistimos a una sesión con reproches, pero sin propuestas. Un problema sin causantes, pero con víctimas. Y algo más inaudito: un racismo sin racistas. |
Maribel MateyCRONISTA SOCHUM ArchivosCategorías |